Los
genes guiarán la dieta
En un futuro,
quizá no muy lejano, antes de ir al supermercado
o de salir a cenar a un restaurante habrá que
pensar en llevar en la cartera no sólo la
tarjeta de crédito, sino también la genética. En
ésta última se encontrarán almacenadas las
peculiaridades del genoma personal directamente
relacionadas con la alimentación. A la hora de
llenar la despensa o de elegir en una carta se
leerá el chip nutrigenético y un sistema
inteligente informará de los alimentos más
recomendados para que una persona en particular
reduzca el riesgo de enfermedades
cardiovasculares, de cáncer o para que aumente
su esperanza de vida. Hay quienes incluso
vaticinan que se podrán mejorar ciertas
facultades como la capacidad de concentración
simplemente siguiendo una dieta determinada.
La
decodificación del genoma humano trajo primero
los tratamientos a la carta, fármacos diseñados
para una carga genética determinada, y ahora la
genómica se cuela en la cesta de la compra. Los
expertos aseguran que 2006 será el año en el que
la nutrigenómica arranque con fuerza. Éstos
últimos no han sido buenos tiempos para la
nutrición. Se han publicado datos que parecen
indicar que las dietas bajas en grasas no son
tan saludables como se había pensado, la soja
tampoco ha pasado los últimos exámenes sobre sus
beneficios. En definitiva, los datos sobre
alimentación son en la mayoría de los casos
confusos, pero esta situación, así como las
recomendaciones dietéticas universales, podrían
tener los días contados. 'Hay que reconocer que
somos genéticamente diferentes y que
reaccionamos de manera diferente a los
nutrientes, de ahí la idea de combinar genética
con nutrición. Así obtendremos recomendaciones
personalizadas y basadas en la ciencia', asegura
José Ordovás, director del Laboratorio de
Nutrición y Genómica de la Universidad Tufts
(Estados Unidos). De hecho, se piensa que las
investigaciones en esta área desvelarán las
razones por las que algunas personas se pasan la
vida a dieta y nunca logran adelgazar, o
descubrirán el secreto de aquellos que se pueden
permitir una pésima alimentación sin sufrir
consecuencias catastróficas para su salud.
Bien es
cierto que ya existen compañías que ofrecen
estos servicios, pero todos los expertos
coinciden en recomendar a los potenciales
clientes que se ahorren su dinero porque todavía
no hay datos suficientes. 'Puedo hacer las
pruebas, no es difícil, pero no tenemos
suficiente investigación básica que conecte las
variantes genéticas con toda la complejidad de
la comida como para decir qué se debe comer',
afirma Jim Kaput, experto en el área de la
Universidad de California y también presidente
de su propia empresa de nutrigenómica.
Lo que
está cada vez más claro es que los nutrientes
interaccionan directamente con los genes y todo
parece indicar que ciertos alimentos son capaces
de poner en marcha regiones de la doble hélice
con acción protectora frente a algunas
enfermedades, mientras que otros provocan el
efecto contrario. Pero, una vez más, estos
hallazgos no tienen una aplicación universal
porque existen individuos con variantes
genéticas en las que la mencionada relación
entre nutrientes y genes no funciona. Por
ejemplo, se sabe que el té verde es saludable
por sus efectos antioxidantes, pero es posible
que haya personas con configuraciones de su ADN
que hagan que no se beneficien de sus
propiedades. De hecho, un estudio de la
Universidad de Carolina del Sur (EE UU) sugiere
que una variante genética de una enzima es la
responsable de que algunas mujeres disfruten de
una protección más alta frente al cáncer de mama
con el consumo de la mencionada bebida. El caso
contrario también sería válido: individuos cuya
carga genética les hace menos susceptibles a las
bondades del té.
Ordovás
explica que la nutrigenómica tiene dos
dimensiones que abordan los aspectos
mencionados. Por un lado, se encarga de
descubrir el complejo laberinto de interacciones
entre los alimentos y el ADN. Por otro, la
nutrigenómica se encarga de estudiar la
prevención de patologías por medio de la dieta.
'En el futuro, primero se analizará el riesgo
genético de desarrollar una enfermedad
-cardiaca, cáncer, diabetes- y después se
decidirá el tipo de prevención', asegura este
investigador español aficando en EE UU. Un
ejemplo ilustrativo de ello serían los datos
obtenidos sobre dos proteínas que funcionan en
tándem para eliminar del organismo un tipo de
toxinas que se producen, entre otras cosas, en
la carne demasiado asada (o churruscada). Hay
una variante genética, mucho más común entre los
japoneses que entre los caucasianos, que provoca
un desequilibrio en las mencionadas proteínas y,
como consecuencia, un aumento de la incidencia
de cáncer de estómago. Resultado: los japoneses
deberían de evitar comer la carne muy hecha.
Pero cuando no sean capaces de resistir la
tentación podrían añadir a su comida ajo y
brécol que contienen nutrientes que favorecen el
equilibrio de las proteínas limpiadoras de
tóxicos. Obviamente la tarea de crear
recomendaciones no es tan sencilla, no sólo
porque existe una infinidad de combinaciones de
nutrientes con sus correspondientes
interacciones, sino porque en la fotografía
completa hay que poner en juego la gran cantidad
de factores medioambientales que influyen en la
expresión de los genes.
La
nutrigenómica ya está generando muchos
movimientos. Aunque algunos investigadores del
campo aseguran que las compañías farmacéuticas
no están muy contentas por el futuro que ofrece
la nutrigenómica, las empresas del sector
alimentario comienzan a prepararse para
aprovechar el lucrativo mercado que se
vislumbra. 'Se cree que el presupuesto familiar
destinado a la alimentación va a aumentar
considerablemente', asegura Andreu Palou,
catedrático de Bioquímica y Biología Molecular
de la Universidad de las Islas Baleares y
miembro de la Organización Nutrigenómica Europea
(NUGO, sus siglas en inglés). Según este
científico, en la actualidad existe una
exigencia real en los países más ricos en cuanto
a alimentación, hay una demanda de salud.
Pero no
sólo las empresas se han puesto a la tarea
nutrigenómica, los especialistas en ética
también. 'Tenemos que estar seguros de que es
más que una herramienta comercial', asegura Rixt
Komduur del Centro for Society and Genomics
(Holanda) donde se está realizando un proyecto
para estudiar los aspectos éticos de la
introducción de una tarjeta nutrigenética, así
como el riesgo de un mal uso de los datos o la
incertidumbre de las personas que descubran una
alteración para la que no hay ninguna solución.
En
cualquier caso, parece que la genómica va a
modificar los hábitos alimenticios y, lo que es
más, 'va a producir cambios en el consumidor
porque hasta ahora lo tenía todo hecho. En
adelante tendrá que preocuparse y
responsabilizarse individualmente de su salud y
de sus elecciones dietéticas', dice Palou.
Por lo que
se refiere a la investigación en nutrigenómica,
el viejo continente se ha adelantado a la
estadounidense. La Comunidad Europea ha asignado
18 millones de euros a NUGO con el fin de
integrar en una red a los grupos que trabajan en
esta área y facilitar el intercambio de
conocimiento. Por el momento, la integran 22
centros de distintos países de la Unión Europea.
El único centro español presente es la
Universidad de las Islas Baleares con el grupo
de Biología Molecular, Nutrición y Biotecnología
dirigido por Palou. En la península, existen
distintos equipos investigando en el área. 'La
idea es crear un consorcio en España', explica
el científico mallorquín. Parece que el primer
paso ya se está dando puesto que Palou va a
asumir la dirección del recién constituido
Instituto de Investigaciones Sanitarias Pere
Virgili en Tarragona que se centrará
fundamentalmente en nutrigenómica. Palou espera
que también las empresas de alimentación se
integren en el mencionado consorcio.
Pero todo
apunta a que la nueva disciplina se extenderá
por todos los continentes. Ordovás puede ser
considerado el puente entre América y Europa, y
también Asia. Está trabajando junto con NUGO
para crear un consorcio internacional. El
objetivo no es sólo la colaboración de las
distintas naciones, sino obtener datos sobre la
interacción entre alimentos y genes procedentes
de una amplia muestra de culturas y razas
diferentes.
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