Intoxicaciones alimentarias: Cómo prevenirlas
Cada año se
producen alrededor de 10.000 intoxicaciones
alimentarias en España. En verano, las altas
temperaturas constituyen el principal caldo de
cultivo.
Medidas
tan sencillas como lavarse las manos antes de
cocinar, no romper la cadena de frío de los
alimentos y evitar aquellos que estén crudos son
la clave para pasar unas vacaciones tranquilas y
sin riesgos.
Si hay una
época del año en la que las intoxicaciones
alimentarías se disparan es en verano. El calor
que hemos estado esperando durante todo el
invierno es un excelente aliado de estos
procesos, ya que las altas temperaturas
constituyen el mejor caldo de cultivo para los
microorganismos que las causan. Cada año se
producen alrededor de 10.000 intoxicaciones
alimentarías en toda España, lo que nos obliga a
extremar de modo considerable las precauciones
para que nuestra salud no se vea amenazada. En
este sentido, el doctor Ángel Álvarez Sánchez,
médico adjunto del Servicio de Aparato Digestivo
del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y
Profesor Asociado de la Universidad Complutense,
explica que, entre otras consecuencias, el calor
«conlleva una mayor facilidad para que se
produzcan ciertos contagios por vía
alimentaría». Y añade que «existe una peor
conservación de los alimentos y esto facilita el
crecimiento de determinados microorganismos que
provocan dichas intoxicaciones». A excepción del
agua y la sal, todos los alimentos son, por su
propia composición, caducos o de duración
limitada. Las condiciones de producción,
obtención, transporte, elaboración, etc…son
cruciales, sobre todo en esta época del año,
para mantener intactos no sólo el correcto
estado del producto, sino también la salud del
que lo consuma.
Las
enfermedades de transmisión alimentaría son
patologías que se producen por la ingesta de
alimentos contaminados con agentes biológicos o
con sus toxinas. Por ello, los microorganismos
que producen las toxiinfecciones conviven
habitualmente con nosotros y sólo se vuelven
patógenos cuando se reproducen. Para hacerlo,
necesitan una serie de circunstancias adecuadas,
como las altas temperaturas. De ahí que los
mohos y las bacterias sean los microorganismos
más susceptibles al calor.
En el caso
de que el producto esté contaminado por mohos
aparece una masa esponjosa, manchas o
reblandecimientos en la superficie claramente
visibles, por lo que a primera vista nos resulta
fácil rechazar cualquier alimento que presente
estas características. Si por el contrario está
contaminado por bacterias, en la mayoría de los
casos y en los primeros estadios de la
alteración, no se modifican sus propiedades
organolépticas (olor, textura y color), lo que
supone un mayor riesgo para la salud. En este
sentido, José Ignacio Arranz, director ejecutivo
de la Agencia Española de Seguridad Alimentaría
(AESA), afirma que «en estos casos, como ocurre
con la salmonela, no debemos fiarnos porque
aunque el producto no se deteriore, no quiere
decir que esté exento de riesgo, por lo que hay
que extremar la precaución». Salmonelosis,
Escherichia coli (E. coli), listeria y anisakis
son los principales enemigos en esta batalla o
al menos los que más presencia tienen en España.
La mayoría de los casos cursan con diarrea, que
a veces va acompañada de vómitos. El doctor
Álvarez afirma que «en el caso de sufrir una
intoxicación alimentaría es necesario extremar
aún más la correcta hidratación en aquellos
pacientes que presenten algún cuadro de este
tipo, ya que el principal riesgo de una
gastroenteritis es la deshidratación, que puede
llegar a ser peligrosa».
Sin embargo, cuando las diarreas derivadas por
este motivo no son mas que un proceso benigno,
la recomendación que hacen los especialistas es
beber mucha agua y seguir al cabo del segundo o
tercer día una dieta astringente. En ningún
caso, añade, «deben tomarse antibióticos ni
antidiarreicos sin control del médico, al que sí
que hay que consultar si se producen dolores
persistentes o aparece fiebre».
Salmonela, la más común
La
salmonelosis «ocupa un puesto preferencial en
España», matiza Arranz. La bacteria intestinal
que la origina se encuentra en el intestino de
todos los animales, incluido el hombre, por lo
que, además del huevo y sus derivados, la carne
también puede ser portadora. Pero, dado que la
salmonela vive en el intestino, la cáscara de
huevo es uno de los lugares donde más fácilmente
puede anidar. La explicación se encuentra, según
Arranz, en que «como la gallina pone el huevo
por donde excreta, es fácil que se contamine».
No obstante, añade, «posee un elevado mecanismo
de defensa frente a agresiones externas». Aun
así, Arranz pone especial empeño en que los
consumidores sigan unas mínimas recomendaciones
a la hora de cocinar estos productos en casa.
Por este
motivo, conviene seguir unas normas básicas de
higiene como lavarlos justo antes de cocinarlos,
«ya que si se guardan húmedos la bacteria puede
introducirse en el huevo».Asimismo, hay que
comprobar la fecha de caducidad –impresa en la
cáscara–, consumir las mahonesas y las salsas
cocinadas con este alimento recién preparadas
para que, ya que el huevo está crudo, la
salmonela no tenga tiempo de reproducirse.
Hábitos tan cotidianos en estas fechas como
hacer la compra y comer exigen sobre todo en
verano ser muy exigentes. «No se debe dejar la
compra expuesta al calor mucho tiempo en el
maletero del coche y, en el restaurante, los
alimentos tienen que estar en vitrinas para que
no se rompa la cadena de frío y que ofrezca
productos de calidad».
Aunque
cueste creerlo
Aunque
cueste creerlo, tras las muchas y en general
eficaces medidas de higiene alimentaría que se
han tomado en los últimos años (control de
manipulación y protección de alimentos con
barreras físicas, en bares y restaurantes), y el
desarrollo de campañas para extremar la higiene
en el hogar, las intoxicaciones alimentarías
brotan con fuerza en los calores estivales. La
imposición de la huevina como sustituto
comercial del huevo ha logrado evitar un buen
número de casos de salmonelosis, pero las
intoxicaciones por bacterias del tipo salmonela
se mantienen en cifras injustificables.
Además de
la escrupulosa higiene a la hora de preparar la
comida y de aplicar el sentido común ante
alimentos o envasados sospechosos, convendría
evitar a toda costa algunos errores que se
repiten con terquedad: cocinar bien las carnes
de barbacoa, evitando que queden crudas, por
mucho que se precie el toque sanguinolento; no
recalentar los alimentos o al menos hacerlo a
temperatura elevada; no dejar enfriar los platos
antes de meterlos en la nevera (nocivo hábito,
más que extendido); y descongelar siempre dentro
del frigorífico.
Si a pesar
de todo sobreviene la intoxicación, es
imprescindible contar con alimentos que ayudan a
combatirla. En primer lugar, el yogur, para
mantener la flora intestinal no patógena;
manzana, que protege el estómago y ayuda a
paliar los efectos de la intoxicación; arroz,
que mantiene la correcta hidratación; plátano,
que contribuye a superar el ardor de estómago,
al tiempo que proporciona energía; alimentos
ricos en fibra, para eliminar materias fecales y
acelerar el tránsito intestinal (frutas,
verduras, caldos y purés); zanahoria, con
propiedades desintoxicantes, que debe tomarse
cruda, rayada y con un chorrito de limón,
bactericida y agua con algo de azúcar y sal para
rehidratar y remineralizar. Amén.
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